En qué creen los que no creen?
En marzo de 1995 inició una disertación interesante entre el cardenal Carlo María Martini- arzobispo de Milán (1927- 2012) - y Umberto Eco (1932-2016); filósofo y escritor conocido por cierto escepticismo.
Confieso que la disertación me pareció más interesante por el tema a tratar y por las esperadas respuestas del cardenal, que por las intervenciones de Eco, quien defraudó un poco.
Me inclino a comentar en este blog sobre ese encuentro “epistolar”, porque siento que faltaron argumentos que decir. Por un lado, Eco descuida su condición de filósofo, por querer dar la impresión de ser un buen rival; al estilo de los retos a muerte, en los que es pírrica la victoria, si se dispara a las espaldas del otro. Martini disparaba y daba la espalda. Eco disparaba hacia arriba con los ojos cerrados.
El primer tema elegido; elegido por Eco, es un poco chimbo.
Se planteó la absurda tesis de que los laicos estamos más preocupados que los creyentes, en el tema del fin de los tiempos. De qué laicos estarían hablando? De qué final estarían hablando?
Dado que el tema es más falso que verdadero, lo dejaré a un lado.
El otro tema, puesto sobre el tapete por el cardenal; es más interesante, por ser muy recurrente entre los creyentes: la idea de que la Moral, la Ética y otras virtudes humanas son propiedad de la Iglesia y creación de su dios; de manera que el laico debe reconocer que al existir éstas, existe un creador con esas virtudes en grado supremo. Por ello, el cardenal declara que no concibe que un laico exhiba alguna de esas virtudes sin clamar al cielo. En igual sentido; no concibe que un creyente carezca de alguna de esas virtudes, absoluta referencia del dios que se profesa.
Eco repite con palabras vacías, su acuerdo en ese aspecto; solo que el referente absoluto de Eco no está en el raciocinio ni en el genoma, si no en algo aún distante.
Las intervenciones de los otros seis participantes; dos políticos, dos periodistas y dos pensadores, fueron más directos y contundentes que Eco; pero ninguno se refirió a lo que quiero recordar respecto del tema.
¿Puede abrogarse la Iglesia, la apostólica y romana, la propiedad de las llamadas virtudes? Por el momento, debo reconocer que al menos la acuñación de esos vocablos (moral, bondad, piedad, clemencia, perdón, etc.) en los idiomas occidentales, con sus definiciones basadas más en los preceptos metafísicos que en la lexicología, es de la Iglesia católica. Aclaro; no me refiero a la formulación o creación de los términos, si no a su acuñación en el idioma; pues de seguro, como a sus tres “divinas personas”; la santa iglesia católica y romana plagió esos términos de otras culturas.
Quien puede negar que durante al menos los últimos 17 siglos ha dominado sobre occidente el poder económico, político y cultural de la Iglesia de Constantino, Eusebio y Lactancio; los romanos que la hacen romana? Quien puede negar que otras expresiones como cielo, fuego eterno, pecado, firmamento, salvación, impío, bendición, tinieblas, y abismo entre muchas otras, fueron impuestas a punta de espada y candela por la santa iglesia romana que inmortalizó a un “judío” para re-mortalizar a los judíos?
En esos 17 siglos, quién se atrevió a contradecir a la santa madre iglesia en su misión sagrada de establecer e imponer con fuego la ciencia del bien y del mal?
Por mucho que esas virtudes (la moral, la bondad, la piedad, la ética, etc.) estén casi absolutamente ausentes en los príncipes y súbditos de las Iglesias; no se puede negar que la católica definió los términos “por folfi”, por falta de discrepantes. No es descaro e inmoralidad que los creyentes “saquen pecho” para decir que los laicos hemos sido incapaces de hacer algo similar? Cuantos escépticos sobrevivieron la siniestra sagrada Inquisición? Precisamente, ayer los Inquisidores fueron los máximos exponentes del virtuosismo. Hoy lo son, los que niegan el Holocausto nazi; los que aplauden la bomba de Hiroshima; los que engañan a los electores y fanáticos con miedos infundados a la democracia.
Y qué decir de la Biblia; “La palabra de dios”? Es moral o ético el dios de la biblia que “endureció el corazón del faraón” para después castigar “su terquedad”?
Es ético el “hijo de dios” que calcinó una higuera porque no tenía fruto cuando él quería comer de ella?
Cuál es la ética que se defiende como herencia cristiana? Quién cuenta con un pedacito de ella en la iglesia hoy? No es antiético reclamar como victoria haber tenido y usado siempre la palabra en un monólogo?
Incluso, percibo que también la intención metafísica del verbo “creer” es una creación católica. Si recaudamos los sinónimos actuales de este verbo; como opinar, pensar, considerar, razonar, evaluar, etc.; encontramos que contrario a aquel verbo, éstos sugieren raciocinio. En cambio, “creer” en el sentido católico, es profesar, comulgar.
Permítanme traer a colación algunas citas bíblicas que demuestran esto:
1. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado.”
2. “Si vosotros no creéis, de cierto no permaneceréis.”
3. “para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.”
4. “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.”
5. “Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados.”
Como podemos ver, si en las cuatro primeras sentencias remplazamos “creer” por “tener fe”; las frases adquieren pleno sentido religioso (especialmente la cuarta). La quinta frase combina el “creer en”, con el “creer a”; mostrando una diferencia clave: No se cree a los amigos imaginarios; se cree en los amigos imaginarios. En cambio; se cree a los hombres, no se cree en los hombres.
Eso dispara la primera alarma frente a la pregunta: “en qué creen los que no creen?”, pues es tendenciosamente religiosa. La pregunta es un pozo envenenado. Cualquiera sea la respuesta, caemos en la trampa del verbo.
Nosotros, los ateos y escépticos, no creemos en el sentido religioso; nosotros razonamos, pensamos, consideramos, etc.; no profesamos. Esto indica que la pregunta “en qué razonan los que no razonan?” tampoco es para nosotros.
Sin embargo, los laicos también hemos empezado nuestro diccionario de virtudes humanas. Sí; humanas. Una de ellas, es la SOLIDARIDAD, que no aparece en la biblia, porque no existió un personaje que lo fuera en toda su fábula. Otra virtud desconocida por dios, por los inquisidores incluido Hitler y por los Uribistas, es la TOLERANCIA. Otras son: el DESINTERES, la SINCERIDAD, la HONESTIDAD, y la DECENCIA. Estas cualidades del mundano, no tienen base en ningún absoluto, ni siquiera en algún concepto global. De hecho, no existe experiencia científica de algún absoluto.
Somos solidarios, porque sabemos que no existen poderes superiores al hombre, que puedan ayudarnos a proteger nuestra especie, de las fuerzas naturales. A nivel personal, somos paternales porque como altriciales; tenemos en nuestro genoma la disposición para ayudar a disipar riesgos latentes sobre la cría o la manada amenazada. Sobre todo, si la amenaza es a la vida, y recae sobre un miembro débil, debilitado, o indefenso.
Lo bueno del caso, es que tanto laicos como creyentes contamos con el mismo genoma altricial. De manera que cuando un creyente actúa solidariamente, también lo hace por genética; y si se niega a actuar, o si es él quien genera la amenaza, su decisión se debe a su dependencia de un absoluto que lo hace psico-rígido. Eso explica el rechazo de los “testigos de Jehová” y otros fundamentalistas a donar sangre, y a permitir que los enfermos reciban sangre, tejidos u órganos ajenos. Esa psico-rigidez los induce a rechazar incluso las vacunas por ser, según ellos, “partes de animales que no han sido sacrificados en ritual sagrado”. Y no solo eso, se ha conocido mensajes de un pastor político costeño, que enseña que las medicinas son obra del diablo para contaminar a las ovejas de dios. Morir, es llegar a dios; y medicarse, es enfrentar la voluntad de dios.
Si los creyentes creen en estos desquicios mentales; vale acuñar la pregunta: En qué no creen los que creen?
Confieso que la disertación me pareció más interesante por el tema a tratar y por las esperadas respuestas del cardenal, que por las intervenciones de Eco, quien defraudó un poco.
Me inclino a comentar en este blog sobre ese encuentro “epistolar”, porque siento que faltaron argumentos que decir. Por un lado, Eco descuida su condición de filósofo, por querer dar la impresión de ser un buen rival; al estilo de los retos a muerte, en los que es pírrica la victoria, si se dispara a las espaldas del otro. Martini disparaba y daba la espalda. Eco disparaba hacia arriba con los ojos cerrados.
El primer tema elegido; elegido por Eco, es un poco chimbo.
Se planteó la absurda tesis de que los laicos estamos más preocupados que los creyentes, en el tema del fin de los tiempos. De qué laicos estarían hablando? De qué final estarían hablando?
Dado que el tema es más falso que verdadero, lo dejaré a un lado.
El otro tema, puesto sobre el tapete por el cardenal; es más interesante, por ser muy recurrente entre los creyentes: la idea de que la Moral, la Ética y otras virtudes humanas son propiedad de la Iglesia y creación de su dios; de manera que el laico debe reconocer que al existir éstas, existe un creador con esas virtudes en grado supremo. Por ello, el cardenal declara que no concibe que un laico exhiba alguna de esas virtudes sin clamar al cielo. En igual sentido; no concibe que un creyente carezca de alguna de esas virtudes, absoluta referencia del dios que se profesa.
Eco repite con palabras vacías, su acuerdo en ese aspecto; solo que el referente absoluto de Eco no está en el raciocinio ni en el genoma, si no en algo aún distante.
Las intervenciones de los otros seis participantes; dos políticos, dos periodistas y dos pensadores, fueron más directos y contundentes que Eco; pero ninguno se refirió a lo que quiero recordar respecto del tema.
¿Puede abrogarse la Iglesia, la apostólica y romana, la propiedad de las llamadas virtudes? Por el momento, debo reconocer que al menos la acuñación de esos vocablos (moral, bondad, piedad, clemencia, perdón, etc.) en los idiomas occidentales, con sus definiciones basadas más en los preceptos metafísicos que en la lexicología, es de la Iglesia católica. Aclaro; no me refiero a la formulación o creación de los términos, si no a su acuñación en el idioma; pues de seguro, como a sus tres “divinas personas”; la santa iglesia católica y romana plagió esos términos de otras culturas.
Quien puede negar que durante al menos los últimos 17 siglos ha dominado sobre occidente el poder económico, político y cultural de la Iglesia de Constantino, Eusebio y Lactancio; los romanos que la hacen romana? Quien puede negar que otras expresiones como cielo, fuego eterno, pecado, firmamento, salvación, impío, bendición, tinieblas, y abismo entre muchas otras, fueron impuestas a punta de espada y candela por la santa iglesia romana que inmortalizó a un “judío” para re-mortalizar a los judíos?
En esos 17 siglos, quién se atrevió a contradecir a la santa madre iglesia en su misión sagrada de establecer e imponer con fuego la ciencia del bien y del mal?
Por mucho que esas virtudes (la moral, la bondad, la piedad, la ética, etc.) estén casi absolutamente ausentes en los príncipes y súbditos de las Iglesias; no se puede negar que la católica definió los términos “por folfi”, por falta de discrepantes. No es descaro e inmoralidad que los creyentes “saquen pecho” para decir que los laicos hemos sido incapaces de hacer algo similar? Cuantos escépticos sobrevivieron la siniestra sagrada Inquisición? Precisamente, ayer los Inquisidores fueron los máximos exponentes del virtuosismo. Hoy lo son, los que niegan el Holocausto nazi; los que aplauden la bomba de Hiroshima; los que engañan a los electores y fanáticos con miedos infundados a la democracia.
Y qué decir de la Biblia; “La palabra de dios”? Es moral o ético el dios de la biblia que “endureció el corazón del faraón” para después castigar “su terquedad”?
Es ético el “hijo de dios” que calcinó una higuera porque no tenía fruto cuando él quería comer de ella?
Cuál es la ética que se defiende como herencia cristiana? Quién cuenta con un pedacito de ella en la iglesia hoy? No es antiético reclamar como victoria haber tenido y usado siempre la palabra en un monólogo?
Incluso, percibo que también la intención metafísica del verbo “creer” es una creación católica. Si recaudamos los sinónimos actuales de este verbo; como opinar, pensar, considerar, razonar, evaluar, etc.; encontramos que contrario a aquel verbo, éstos sugieren raciocinio. En cambio, “creer” en el sentido católico, es profesar, comulgar.
Permítanme traer a colación algunas citas bíblicas que demuestran esto:
1. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado.”
2. “Si vosotros no creéis, de cierto no permaneceréis.”
3. “para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.”
4. “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.”
5. “Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados.”
Como podemos ver, si en las cuatro primeras sentencias remplazamos “creer” por “tener fe”; las frases adquieren pleno sentido religioso (especialmente la cuarta). La quinta frase combina el “creer en”, con el “creer a”; mostrando una diferencia clave: No se cree a los amigos imaginarios; se cree en los amigos imaginarios. En cambio; se cree a los hombres, no se cree en los hombres.
Eso dispara la primera alarma frente a la pregunta: “en qué creen los que no creen?”, pues es tendenciosamente religiosa. La pregunta es un pozo envenenado. Cualquiera sea la respuesta, caemos en la trampa del verbo.
Nosotros, los ateos y escépticos, no creemos en el sentido religioso; nosotros razonamos, pensamos, consideramos, etc.; no profesamos. Esto indica que la pregunta “en qué razonan los que no razonan?” tampoco es para nosotros.
Sin embargo, los laicos también hemos empezado nuestro diccionario de virtudes humanas. Sí; humanas. Una de ellas, es la SOLIDARIDAD, que no aparece en la biblia, porque no existió un personaje que lo fuera en toda su fábula. Otra virtud desconocida por dios, por los inquisidores incluido Hitler y por los Uribistas, es la TOLERANCIA. Otras son: el DESINTERES, la SINCERIDAD, la HONESTIDAD, y la DECENCIA. Estas cualidades del mundano, no tienen base en ningún absoluto, ni siquiera en algún concepto global. De hecho, no existe experiencia científica de algún absoluto.
Somos solidarios, porque sabemos que no existen poderes superiores al hombre, que puedan ayudarnos a proteger nuestra especie, de las fuerzas naturales. A nivel personal, somos paternales porque como altriciales; tenemos en nuestro genoma la disposición para ayudar a disipar riesgos latentes sobre la cría o la manada amenazada. Sobre todo, si la amenaza es a la vida, y recae sobre un miembro débil, debilitado, o indefenso.
Lo bueno del caso, es que tanto laicos como creyentes contamos con el mismo genoma altricial. De manera que cuando un creyente actúa solidariamente, también lo hace por genética; y si se niega a actuar, o si es él quien genera la amenaza, su decisión se debe a su dependencia de un absoluto que lo hace psico-rígido. Eso explica el rechazo de los “testigos de Jehová” y otros fundamentalistas a donar sangre, y a permitir que los enfermos reciban sangre, tejidos u órganos ajenos. Esa psico-rigidez los induce a rechazar incluso las vacunas por ser, según ellos, “partes de animales que no han sido sacrificados en ritual sagrado”. Y no solo eso, se ha conocido mensajes de un pastor político costeño, que enseña que las medicinas son obra del diablo para contaminar a las ovejas de dios. Morir, es llegar a dios; y medicarse, es enfrentar la voluntad de dios.
Si los creyentes creen en estos desquicios mentales; vale acuñar la pregunta: En qué no creen los que creen?
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